Chibebo Chak
Estoy con el corazón apachurrado. Vine a Chetumal y el ver por kilómetros y kilómetros el ecocidio del Tren Mata me hizo mal.
¿Cómo es posible que biólogos, ecólogos, abogados, instituciones de enseñanza en ciencias biológicas y sociedad en general estemos permitiendo este atropello a la nación, a las leyes, a las últimas selvas saludables de México?
¿Dónde quedaron todos los conocimientos sobre fragmentación, efecto de borde, corredores biológicos, conservación, leyes medioambientales? ¿En las bibliotecas, en los salones? Ahí son letra muerta si no se aplican.
Muchos amigos, conocidos e instituciones me han decepcionado todo este tiempo con su silencio cómplice, con su pasividad, con su miedo.
Políticos corruptos (valga la redundancia) y serviles que aplauden a la muerte, por miedo o convicción, nos arrastran al abismo de la soledad.
Los cambios no se van a hacer solos, el valiente vive hasta que el cobarde quiere.
Y mientras tanto… seguimos perdiendo biodiversidad en México de formas terribles, impositivas, burlonas e ilegales.
Si habíamos calculado que se tiraron entre 8 y 9 millones de árboles tan solo en el tramo 5 sur, con el 6 y el 7 serán decenas de millones, insustituibles, de ecosistemas establecidos y saludables.
Y no, las reforestaciones masivas no cumplirán nunca las funciones de lo que estamos destruyendo. Esas reforestaciones en sí, son otro ecocidio pues cientos de miles de esos árboles morirán al no estar adaptados a este territorio kárstico. ¿No lo entienden?
Vi tucanetas, loros de dos especies, un jabirú esta mañana y me aterra pensar que dentro de poco no los veré más. El paraíso del sureste se nos va entre los dedos como arena y si no reaccionamos, lo perderemos para siempre.
Crédito de imágenes: A quien corresponda