A lo largo de la historia, las mujeres han sido juzgadas según su posición respecto a la familia, como su estado civil o si tienen descendencia, y el ámbito de los concursos de belleza no ha sido una excepción.
Conocidos certámenes a nivel mundial, como Miss Universo, durante mucho tiempo han establecido normas que excluyen a mujeres con vida familiar propia, debido a una serie de razones arraigadas en la tradición de estos eventos.
Originalmente, estos certámenes se enfocaban en la estética física y en la concepción de una juventud idealizada como el estándar de belleza en el cuerpo de la mujer.
El énfasis en la apariencia y la juventud ha llevado a la exclusión de mujeres que han tenido hijos o se han casado, ya que se relaciona con la idea de que estas experiencias pueden modificar la apariencia de una mujer y, por ende, no cumplirían con el estándar de belleza deseado.
Además, estos concursos de belleza suelen buscar proyectar una imagen de aspiración y perfección que puede no ser congruente con la realidad de las responsabilidades familiares o conyugales.
Esto refleja la creencia de que las mujeres solteras y sin hijos representan una imagen más idealizada de belleza y juventud que se ajusta mejor a la narrativa que promueven estos certámenes.
Sin embargo, en los últimos años ha habido un cambio en la percepción de la belleza y la igualdad de género en estos certámenes. Esto busca permitir la participación de mujeres casadas y madres, reconociendo que la belleza no se limita a la juventud ni al estado civil. Se reconoce que las mujeres pueden ser fuertes y exitosas en diversas etapas de sus vidas.
Un ejemplo de este cambio es Miss Universo Colombia, donde por primera vez una mujer casada y madre, Camila Avella, ha sido seleccionada para representar la belleza de su país. A sus 28 años, Camila Avella ha estado involucrada en el mundo del modelaje desde su adolescencia.
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Con información de Heraldo de México