#Tulum, que alguna vez fue referente mundial de hospitalidad y naturaleza, hoy enfrenta una crisis autoinfligida: el propio Ayuntamiento ha permitido que la corrupción de Tránsito Municipal convierta al turismo en su principal presa.
De acuerdo con denuncias reiteradas, agentes de tránsito montan un verdadero operativo de acoso contra visitantes, especialmente aquellos que rentan vehículos. El argumento es siempre el mismo: “no tienen placas de circulación”. Sin embargo, las arrendadoras entregan autos con permisos temporales perfectamente legales, que los policías deciden ignorar para imponer multas arbitrarias.
Este esquema no es un hecho aislado ni ocasional. Se trata de un patrón sistemático que opera a plena luz del día y que ha transformado a Tulum en un destino de miedo e incertidumbre. En lugar de ser recibidos con hospitalidad, los turistas terminan enfrentando un clima de intimidación y extorsión.
La gravedad del asunto radica en que el Ayuntamiento, lejos de frenar estos abusos, parece avalarlos. Con ello convierte a Tránsito Municipal en una auténtica “caja chica”, sangrando el poco turismo que sobrevive y dañando aún más la frágil economía local.
Mientras Cancún, Playa del Carmen y otros polos turísticos apuestan por la confianza y el trato digno al visitante, Tulum se hunde en el descrédito internacional. El mensaje que envía el municipio es devastador: aquí la corrupción manda, y los turistas son la moneda de cambio.
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