Su atractivo se debe a una nube de sulfato de hidrógeno que se encuentra a 27 metros de profundidad; cuando se mezcla con agua salada, esta sustancia resulta ser más pesada, por lo que parece formarse otra corriente de agua distinta.
El paisaje resultante es espectacular: luce como otro río que corre debajo del agua. Para completar el efecto, hay troncos y restos de vegetación que caen al cenote, creando un “bosque submarino”.
Es posible bucear por debajo de la nube. Al atravesar el “bosque” se vuelve mucho más espeso, debido a toda la vegetación que termina ahí. La profundidad máxima del cenote ronda los 60 metros. Cuando te sumerges, a los diez metros ya se puede ver la densa neblina que separa el agua dulce de la salada.
Para llegar a ella debes bajar aproximadamente 25 metros, por lo que solo buzos y nadadores expertos están autorizados para bajar tanto. La neblina tiene una densidad de 1 metro y por debajo todavía hay más de 30 metros para explorar.
Adentrarse en las profundidades de este imponente cenote ya es un espectáculo insuperable. El agua dulce hace posible la vida dentro del cenote y se nota en sus paredes llenas de vegetación, así como las raíces de los árboles que crecen alrededor.
Si logras pasar la haloclina, te encontrarás con un paisaje sacado de una leyenda: Un bosque sumergido. En el fondo hay árboles que cayeron probablemente hace cientos de años que permanecen intactos y dan la sensación de que estás entrando a otro universo.
Si tienes suerte, podrías toparte con algunas especies de peces y otras criaturas marinas inofensivas que forman parte de la fauna de los cenotes.
El cenote se localiza a 17 kilómetros al sur de Tulum, en la carretera que va a Felipe Carrillo Puerto.
Es un modesto rancho que ha puesto a disposición de los visitantes diferentes servicios como baños, cambiadores e infraestructura para que disfrutes el día nadando en uno de los cenotes más hermosos y misteriosos de Tulum.