La viuda de César asegura que ya nada le devolverá a su esposo, pero ahora es un peregrinar el pedir a dicha empresa el pago de indemnización de su esposo.
Veracruz.- El martes pasado, César Fernández cumplió un mes de fallecido, 35 días han pasado y la empresa Demar ha dado largas y evasivas sobre el seguro de vida. El administrador y el Departamento Jurídico se han negado sistemáticamente a entregar el resultado positivo de la prueba de COVID que le hicieron a su coordinador de Obra. En cuanto a la indemnización, la empresa con oficinas en Ciudad del Carmen, Villahermosa y Ciudad de México, les ha pedido a todas las viudas “comprensión” para poder pagar 105 mil pesos en un plazo estimado de siete u ocho meses, pues la “tramitología” en estos casos -excusan- es así.
“El jueves pasado nos hicieron ir a platicar con ellos, hay otra viuda que también es el del puerto de Veracruz y fuimos juntas. Nos agendaron por separado, nos dan largas y largas, es desesperante invertir un día entero en viajar y uno más en regresar, poner de tu dinero, dejar encargado a tus hijos, exponerte al COVID-19, para que la empresa no se haga responsable de una negligencia. Nada me va a regresar a César, pero por mis hijos ahora yo tengo que pelear lo que por ley corresponde”.
La viuda ya no sabe con quién hablar en Demar, varios empleados administrativos la ignoran en WhatsApp y es poco probable que le contesten las llamadas. Un mes después ya ni siquiera le quieren dar comprobantes de las nóminas de su esposo para que ella pueda dejar pensionados a sus hijos en el IMSS. Su preocupación radica en que en plena pandemia tiene que buscar trabajo y tiene miedo de que al igual que César pueda contagiarse de COVID-19 y dejar a sus hijos en el desamparo.
El único desahogo que ha encontrado Andrea Montero es su Facebook, tres o cuatro veces al día escribe comentarios en el muro de su esposo. Comparte fotografías de sus momentos más atesorados: una foto de estudio en la casa de Hernán Cortés en Zempoala; la alberca inflable en el Puerto de Veracruz; los aniversarios con cena para ellos dos o los bailes a los que la llevaba. En su red social, Andrea pone comentarios, a veces románticos, a veces nostálgicos, a veces llenos de coraje contra la empresa que dejó morir a su marido por no perder un contrato con Pemex.
Asegura que no se ha cansado de llorar y que cada día que pasa es más difícil asimilar la ausencia de un joven alegre y amoroso con quien decidió hacer un proyecto de vida hace varios años. “Nadie tan amoroso con sus hijos como él”. Además de su familia y sus padres en El Jícaro, César también tenía como amor al extinto equipo de fútbol Tiburones Rojos, en su Facebook hay decenas de fotografías en el estadio Luis “Pirata” Fuente, siempre con el jersey puesto.
Fernández murió de 38 años, antes de trabajar en un barco petrolero tuvo como sueño entrar a La Academia, el reality show de TV Azteca, tenía buena voz, carisma y se le daba el baile. Dos veces hizo el casting y siempre se quedó en la orilla. Sus amigos recuerdan que no había fiesta en la que César no hiciera uso del karaoke, tenía cierta admiración por el cantante Víctor García, gustaba de cantar “Desvelado” y “Mi Funeral”. En sus noches de bohemia, César solía decirles a los suyos que quería un funeral como lo decía la canción: con todos sus amigos, hartas mujeres, cervezas, tequila, mariachi “pa’ que me canten El Rey” y de norteño “El Jefe de Jefes”. A su funeral en El Jícaro solo fueron sus padres, esposa y familiares. La pandemia por COVID-19 no dejó cumplirle a César su último deseo. (Con información de Novedades Tabasco).